Con frecuencia oímos que tal o cual palabra «no se debe usar» o «no está admitida» porque es un ‘anglicismo’ o un ‘galicismo’, cuando lo cierto es que los diccionarios españoles están repletos de palabras provenientes del francés y de inglés, entre muchas otras lenguas. Es muy frecuente que acaben consagradas por el uso, recogidas a regañadientes en los diccionarios y finalmente se olvide su origen ‘impuro’.
Uno de esos vocablos es hilaridad: desaprobado hacia 1867 como “galicismo” por el filólogo venezolano Rafael María Baralt, primer americano incorporado a la Academia Española, quien recomendaba emplear ‘regocijo’ o ‘risa’ en lugar de hilaridad.
En la realidad, la palabra proviene del latín hilaritas, hilaritatis (alegría, buen humor), pero no permaneció en el romance castellano, sino que llegó a nuestra lengua en la primera mitad siglo XIX, derivada de los vocablos franceses hilare e hilarant (risible, hilarante). Esta historia acabó en 1884, cuando la palabra fue incorporada al Diccionario de la Academia y su origen ‘espurio’ quedó relegado al olvido, como suele ocurrir.
¡No me mires!
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Me cuesta mantener la mirada, siempre me costó.
Me cuesta porque sé que, cuando miro a alguien a los ojos, digo demasiado.
Sin abrir la boca, digo demasi...
9 years ago
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